Y así es cómo un simple cambio de ventanas puede cambiar la vida de un artista

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Me presento soy Jaime Roca. Quizás por este nombre no me conozcas mucho, mi nombre artístico es JaRoca y soy de esos artistas que me recorro todos los mercadillos del país para poder poner en venta mis obras. Un artista de artes plásticos de esos que cada vez quedamos menos porque la Inteligencia Artificial está acabando con nuestro trabajo. Por suerte, yo sigo teniendo mi público fiel y, de momento, para comer tengo.

Vengo aquí para contaros una historia con final feliz. Una historia que si hubiera que poner un título de película, sería algo así como “Nunca supe cuánto dependía de la calma hasta que la perdí”. Quizás te suene a esas pelis de después de comer de los fines de semana, vale, no te culpo, puede ser. Pero cuando os cuente los detalles será el momento de juzgar.

Os voy dando datos de mi vida. Mi taller está en un segundo piso, en una calle bastante transitada, de esas que por el día hay muchas compras y por la noche, muchas copas. Cuando me mudé era consciente de ellos, pero nunca creía que el bullicio urbano formaría parte del paisaje sonoro natural durante tantas horas. Al principio creí que podría ignorarlo. Incluso me dije: “El verdadero arte nace del caos”. Creo que es una frase de Salvador Dalí, pero claro, supongo que ni me puedo comparar con él, ni el genio de Figueres vivía en una zona como la mía.

Mañana, tarde y noche

Durante algunos meses (para mí se me hicieron años), mis pinceles titubeaban. Las ideas venían, pero se deshacían antes de llegar al lienzo. Y estaba claro de qué era. Me frustraba no poder concentrarme más de quince minutos seguidos. De repente sonaba un claxon, una moto, una voz de la madre que llamaba a su hijo al más puro estilo Omaita de los Morancos, el crujido de los buses viejos al doblar la esquina. Todo interrumpía. Y lo peor de todo, todo se metía en mi cabeza. Y por las noches, ya que es un tiempo que también me inspira, pues más de lo mismo, pero en este caso, ya música alta, gritos de jóvenes y todo un espectáculo.

Yo la verdad es que intenté de todo. Probé con la famosa música clásica, con los auriculares con cancelación de ruido, a trabajar de madrugada entre semana. Pero nada funcionaba del todo. Fue una tarde de enero, particularmente insoportable cuando lo entendí todo.

Estaba frente a un cuadro a medio hacer, y sentí que algo dentro de mí se rompía. Bajé el pincel y me senté. Solo tenía ruido, nada de paz, ni interior ni exterior, así que decidí con una última opción. Miré a la ventana. Era antigua, de un marco delgado y un cristal sencillo. Eso era lo que me separaba de la calle. Del amor al odio. De la paz a la guerra. En ese momento lo supe, el problema no era mi arte era el maldito ruido y eso había que cortarlo por lo sano.

Una técnica experimentada

En una semana, la cambié. Mandé a la empresa Crear Sur Aislamientos instalar ventanas con un aislamiento acústico de doble vidrio, selladas como una cámara de eco invertida. Es cierto que la empresa recurrió a una técnica que se llama aislamiento insuflado o inyectado sin obra, porque claro, yo tampoco quería meterme en una gran obra.

Este proceso consiste en realizar unos pequeños orificios en la pared por donde se inyecta el aislamiento insuflado de forma que se rellene de forma homogénea la cámara de aire que hay en las fachadas de nuestras viviendas o edificios. De esta sencilla forma, la pared exterior consigue mayor resistencia a los cambios de temperatura y ayuda a reducir el ruido exterior. Una gozada.

Así, el primer día que cerré esas nuevas ventanas, el silencio fue tan profundo que me asustó. Y tengo que reconocer que casi lloro de emoción, para que seáis conscientes del grado de irritación que tenía. Me senté frente al lienzo y, por primera vez en meses, el mundo desapareció. Todo cambió.

La calma se convirtió de nuevo en mi aliada. Mi pincel volvió a moverse con firmeza sin titubeos. Las ideas fluían como siempre en mi vida. Y así fue cómo la concentración dejó de ser una lucha para mi mente. Mis cuadros comenzaron a ser como lo fueron antes. El artista JaRoca habría regresado.

Hoy, cada vez que alguien me pregunta qué fue lo que desbloqueó mi proceso creativo, les digo sin dudar que fue el cambiar las ventanas. Y se ríen. Pero es verdad. Ello no lo saben. Pero si algo ha quedado claro es que el arte necesita espacio, y a veces ese espacio se construye con PVC. Así de claro.

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