El poder subversivo de la risa

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La risa es una de las expresiones humanas más antiguas y complejas. Puede ser un vehículo de alegría o un arma de crítica, sátira y subversión social. En el centro de esta dualidad se encuentra el maestro en el arte de hacer reír, una figura arquetípica que ha mutado a lo largo de los siglos.

La transición del bufón medieval, una figura ligada al poder de la corte, al payaso moderno, un ícono del arte popular y espectáculo de masas, refleja transformaciones en la estructura social, la política y la forma de comprender el entretenimiento. Para entender al payaso contemporáneo, es esencial rastrear sus raíces en aquellos personajes que tenían el privilegio, a menudo peligroso, de decir la verdad a través del disfraz, la parodia y el ridículo.

 

El bufón de corte: El privilegio de la verdad

Durante la Edad Media y el Renacimiento, el bufón de corte, o jester, era un miembro indispensable de las casas reales y nobles. A diferencia de otros sirvientes, el bufón gozaba de un estatus único: su locura simulada o real le otorgaba una licencia especial, la libertad de expresión que estaba negada a los consejeros y cortesanos más serios.

Investigaciones antropológicas y culturales, como las citadas por National Geographic, han demostrado que esta figura del ‘tonto sagrado’ o bufón ha existido en diversas culturas antiguas, actuando como un transgresor de la norma y un catalizador social. El bufón era la única persona que podía criticar abiertamente al rey, señalar sus errores o parodiar a la nobleza sin arriesgar su vida, siempre y cuando su crítica fuera envuelta en humor, poesía y payasadas.

Históricamente, estos personajes no solo eran animadores; eran depositarios de una aguda inteligencia, utilizando la improvisación, el ingenio verbal y los juegos de palabras como sus principales herramientas. Su vestuario era fundamental: típicamente brillante, con colores contrastantes y un gorro de tres puntas adornado con cascabeles. Este atuendo exagerado era, en sí mismo, una burla al boato de la corte.

El bufón comprendía de una función triple: entretener, ofrecer una vía de catarsis y, en ocasiones, servir de consejero. Esta última era debido a que muchas decisiones importantes se tomaban tras exponerse una verdad a través de una historia o una canción ridícula. Sin embargo, este privilegio era frágil, ya que la línea entre la gracia real y el exilio, o el castigo, era muy delgada.

Del corte a la Commedia dell’arte

Con el declive del feudalismo y el surgimiento de las cortes modernas, la figura del bufón de corte comenzó a desaparecer. Su rol se fusionó y transformó en nuevos géneros escénicos que se desarrollaban fuera de los palacios y se dirigían a un público burgués en expansión.

El salto más significativo se dio en Italia, a mediados del siglo XVI, con el florecimiento de la Commedia dell’arte. Esta forma de teatro profesional e itinerante se basaba en la improvisación y los lazzi (bromas físicas). Arquetipos reconocidos por instituciones como The Metropolitan Museum of Art, que llevaron adelante la tradición y estandarizaron ciertos personajes dentro de la historia del teatro, muchos de los cuales son precursores directos del payaso moderno.

Entre estos arquetipos, destacan aquellos ligados a la servidumbre y el caos, conocidos como zanni:

  • Arlequín (Arlecchino): sirviente ágil, torpe y perpetuamente hambriento. Su vestuario con patrones de diamante de colores (el scapino) es una clara evolución del traje del bufón. Arlequín era la encarnación de la astucia elemental, la comedia física y el clown acrobático. Su máscara oscura y su naturaleza de embaucador lo convertían en el motor de la acción.
  • Pierrot: Este personaje, más ingenuo y soñador, se vestía a menudo de blanco o tonos pálidos, contrastando con la vivacidad de Arlequín. Es el antecesor directo del payaso cara blanca (clown elegante), cuyo foco está en la melancolía, la luna y la ingenuidad.
  • Pulcinella: Proveniente de Nápoles, con su nariz ganchuda, su giba y su vestuario holgado, esta figura es el origen de las marionetas de Punch y Judy, y de la tradición del bufón callejero. Pulcinella es grosero, escandaloso y representa la voz pícara de la rebeldía popular.

 

El nacimiento del payaso moderno: Grimaldi y el circo

El siglo XIX marcó el punto de inflexión donde la figura del clown (el término en inglés) se consolidó como una estrella del circo. El hombre más importante en esta transformación fue Joseph Grimaldi (1778-1837).

Grimaldi fue un actor y bailarín británico que perfeccionó el arte de la pantomima cómica en el teatro Drury Lane de Londres. Su personaje, «Joey the Clown», alcanzó grandes niveles de popularidad. Grimaldi estandarizó la estética del payaso cara blanca, aplicando pintura de plomo blanco por toda su cara para hacer visibles sus expresiones faciales bajo la luz. A esto sumó cejas dramáticas, círculos rojos en las mejillas y una boca exageradamente pintada en una eterna sonrisa grotesca.

El impacto de Grimaldi fue inmenso. No solo popularizó el vestuario holgado y los trucos de comedia física, sino que también estableció la esencia contradictoria del payaso, con un marcado contraste entre la cara pintada de alegría y la tristeza o vulnerabilidad detrás de la máscara. Sus canciones, a menudo melancólicas, y el trágico fin de su vida personal contribuyeron a consolidar la imagen del payaso triste.

Con la profesionalización del circo itinerante, el payaso encontró su hogar definitivo. Dentro de la pista, la figura del payaso se dividió en roles claramente definidos que persisten hasta hoy. Tal como detalla la Enciclopedia Británica, estos se consolidaron en el Cara Blanca (la autoridad, la inteligencia) y el Augusto (el disparatado, el torpe, el que interrumpe). El vestuario del Augusto, con sus ropas holgadas y ridículas, y su maquillaje exagerado, se ha convertido en el estándar del payaso. Desde La casa de los disfraces destacan el perdurable éxito de estos arquetipos, lo que se evidencia por la referencia actual en la cultura de los vestuarios y maquillajes circenses. Estos roles clásicos son parodiados y encarnados, en la actualidad, para diversos eventos culturales.

 

La Casa del Payaso y la crítica social

El payaso, en su larga historia, ha reflejado las ansiedades de la sociedad. Su figura ha pasado de ser un simple entretenedor a un comentarista social. En el ámbito analítico, el psicólogo suizo Carl Jung y otros teóricos de los arquetipos han identificado al payaso, junto al bufón y al tramposo, como una figura marginal, esencial para el equilibrio social. Según esta perspectiva, el bufón es el portavoz de lo reprimido; desafía el statu quo y obliga a la audiencia a confrontar sus propias convenciones.

El sociólogo e historiador del arte Jean Starobinski, en su obra Portrait de l’artiste en saltimbanque, también explora esta trayectoria, destacando cómo el saltimbanqui y el payaso se convierten en la metáfora del artista marginal. Este artista, a través de su desempeño físico y su disfraz, intenta ganarse la vida y, al mismo tiempo, comentar sobre la precariedad de la condición humana y la posición del arte fuera de la academia.

A su vez, el teórico de la cultura John Storey subraya cómo las expresiones de la cultura popular, como el circo, funcionan como espejos y desvíos sociales, donde las figuras más subversivas pueden operar sin ser censuradas. Esta tradición de subversión sutil es la herencia más valiosa del bufón.

 

Derivados modernos: Payasos humanitarios, artistas urbanos e interpretación en la pantalla grande

El legado del bufón y del payaso continuó su manifestación en diversas formas, algunas de ellas con un propósito social y humanitario, otras desde las voces populares y algunas a modo de homenaje, llevando el arte del bufón al cine.

  • Payasos de Hospital (Clown Doctors): Inspirados en el espíritu del bufón, que podía entrar en cualquier habitación y cambiar el estado de ánimo, los clown doctors utilizan técnicas de improvisación y humor terapéutico en entornos hospitalarios. Su vestuario y su técnica están diseñados para no asustar, sino para conectar, ofreciendo distracción y humanizando la atención médica.
  • Artistas Callejeros: herederos directos de los juglares y los Pulcinellas itinerantes. Utilizan principalmente la comedia física y la magia para captar la atención y ganarse la vida, demostrando que el arte del ridículo sigue siendo una forma vital de teatro popular y de subsistencia.
  • El Payaso Silencioso: Aunque no eran payasos de circo, es importante mencionar las figuras de Charlie Chaplin y Buster Keaton. Ambos tomaron la gramática y pantomima del bufón, llevándola al arte cinematográfico. El vagabundo de Chaplin, en particular, es un Augusto existencialista: un marginado que, a pesar de los golpes de la vida, se levanta con dignidad. Su vestimenta y sus trucos físicos son un homenaje directo a la Commedia y a Grimaldi.

 

Reflexión final: La máscara y el espejo

La evolución de esta figura es la historia de cómo la sociedad ha gestionado la crítica y el disenso. El maquillaje, los trajes exagerados y la torpeza son máscaras que actúan como espejo. Nos reímos de ellos, pero en realidad nos estamos riendo de nuestras propias imperfecciones, nuestros miedos y nuestras convenciones sociales.

La complejidad del payaso reside en su atemporalidad. Desde el bufón tolerado por el rey para mantener la cordura hasta el payaso venerado por encontrar la poesía en el fracaso, su papel se mantiene constante: recordarnos que la humanidad, en su vanidad, sus tropiezos y sus pretensiones, es profundamente ridícula.

 

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