Quizá el titular os pueda parecer algo chocante pero lo cierto es que para los que estamos metidos en el mundillo de las dos y de las cuatro ruedas nos resulta algo mucho más común de lo que todos os pudieseis imaginar. Los deportes de motor nos ayudarán a tener siempre a los mejores profesionales al volante por una serie de diferentes motivos que os iremos desgranando a lo largo del post, pero antes de ello, os queremos decir que esto no es algo que solo ocurra en el mundo de las ruedas y es que también se lleva a cabo en otros muchos sectores, puesto que si os paráis a pensar, muchos de los hackers más potentes del mundo, poco tiempo después acaban trabajando para grandes multinacionales o para los gobiernos de diferentes estados para que refuercen su seguridad en la red. Esto mismo ocurre con grandes ladrones que acaban su carrera desempeñando labores formativas para los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, a modo de entrenadores para persecuciones en coche o para descubrir nuevos métodos que permitan desactivar algunos de los robos que se producen.
En el caso de los deportes de motor, la gran mayoría de los pilotos que acaban despuntando es porque su vocación se ha venido desarrollando desde que eran muy pequeños, algo que les permite entrenarse toda su vida para ir mejorando día tras día y así conseguir cumplir el sueño de competir en alguna de las categorías principales que tienen los certámenes europeos o globales. Como os decimos es un trabajo muy largo en el tiempo y que oficialmente debería de comenzar a los cinco años y es que esta es la edad a la que un menor puede obtener su primera licencia de automovilismo, en este caso para las modalidades infantiles del karting. Sin embargo, existen casos en los que se han falseado o dejado en desconocimiento edades para tenerla antes como es el caso del piloto español más conocido en todo el mundo, Fernando Alonso, quien cogió un kart que fuera regalado para su hermana a la edad de tres años. Los primeros pasos de todos ellos, como os decimos, son en Chicharra karts, así como en otros circuitos en los que se disputen pruebas de carácter nacional para después continuar despuntando en las internacionales.
Sin embargo, muy pocos pilotos son los que acaban llegando a competir en categorías a nivel continental o de carácter mundial, por lo que no todos los pilotos que despuntan llegan a cobrar suficiente dinero como para vivir de ellos. De hecho, la inmensa mayoría de ellos acaba recurriendo a familiares, amigos o empresas para que les ayuden a completar la totalidad de sus presupuestos para cada temporada y es que los deportes de motor son, con diferencia, de los más caros que existen y eso, sin contar que en cada una de las pruebas se corre el riesgo de sufrir un pequeño golpe que obligue al corredor y a su equipo a realizar una serie de arreglos en su coche, monoplaza o kart para poder seguir, ya no compitiendo en esa carrera, sino que para poder continuar en el campeonato. Es por ello por lo que muchos optan por dejar el automovilismo como un hobby mientras se dedican a otras funciones como conducir ambulancias, vehículos de bomberos o de policía y es que de esta forma, tendremos la certeza de que un piloto profesional, que entrena para ser el mejor, lo sea también en su día a día, de tal forma que los tiempos de espera por los servicios de emergencia se vean reducidos gracias a la pericia y al buen hacer de estos profesionales de la conducción.
Didier Auriol, de la ambulancia al coche de rallyes
Didier Auriol, el primer francés en ganar un mundial de rallyes, llevó a cabo el camino inverso del que siguen la mayoría de los pilotos y es que antes de ser piloto profesional, el francés fue conductor de ambulancias. Sin duda, una escuela alternativa que le permitió hacer sus primeros pinitos con la velocidad y con la pericia que se requiere para esquivar el tráfico a gran velocidad siempre que tenía que llevar a un enfermo al hospital y que, como decimos, le sirvió para ser el primer galo en conquistar la corona de campeón del mundo de rallyes, un trofeo que, años más tarde, pasó a manos de otro francés, Sébastien Loeb, quien ganó nueve títulos consecutivos, convirtiéndose en el mejor piloto de la historia.